La aceleración
de un cuerpo es directamente proporcional a la fuerza neta que actúa sobre él e
inversamente proporcional a su masa. Esta ley explica qué ocurre si sobre un
cuerpo en movimiento cuya masa no tiene por qué ser constante actúa una fuerza
neta, la fuerza modificará el estado de movimiento, cambiando la velocidad en
módulo o dirección. En concreto, los cambios experimentados en el momento
lineal de un cuerpo son proporcionales a la fuerza motriz y se desarrollan en
la dirección de esta; las fuerzas son causas que producen aceleraciones en los
cuerpos. Consecuentemente, hay relación entre la causa y el efecto, la fuerza y
la aceleración están relacionadas. Dicho sintéticamente, la fuerza se define
simplemente en función del momento que se aplica a un objeto, con lo que dos
fuerzas serán iguales si causan la misma tasa de cambio en el momento del
objeto.
Todos los días se ven cuerpos que no
permanecen en un estado constante de movimiento: las cosas inicialmente en
reposo pueden estar más tarde en movimiento; los objetos en movimiento se
pueden detener. La mayor parte del movimiento que se observa es movimiento
acelerado y es el resultado de una o más fuerzas aplicadas. La segunda ley de Newton
establece la relación de la aceleración con la fuerza y la inercia.
Una fuerza, en el sentido más simple, es un
empuje o una tracción. Su fuente u origen puede ser gravitacional, eléctrico,
magnético o simplemente esfuerzo muscular. En la segunda ley, Newton da una
idea más precisa de fuerza relacionada con la aceleración que produce.
La masa del cuerpo tiene el efecto opuesto. A
mayor masa del cuerpo, menor aceleración. Para la misma fuerza, el doble de la
masa da por resultado la mitad de su aceleración; el triple de la masa, un
tercio de la aceleración. Incrementando la masa decrece la aceleración. La
aceleración de un cuerpo depende entonces tanto de la magnitud de la fuerza
neta como de la masa del cuerpo.
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